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EN COURS DE REFORMATAGE

Para Angélica Liddel.

Las 3h30 de la mañana. Los espectadores ya no tienen mucha fuerza después cinco horas de esta obra de arte pictural, de un teatro coreográfico, agotados por tantas solicitaciones  visuales, auditivas e incluso olfactivas. « La casa de la fuerza » de la española AngélicaLiddel es un puñetazo, que nos precipita dentro de la crisis, la que habíamos olividado demasiado pronto.

Salvo que el teatro está aquí para reavivar las heridas porque todos somos hechos de esta materia. Esta noche, en el Cloître des Carmes, actores y espectadores están infínamente, intímamente ligados a todas estas « pequeñas historias » de cuyas hicimos todos grandes : el desamor, el malestar, el abandono, la renuncia de sí mismo? Llamemos esto como queramos. Es nuestro infierno común. La verdadera crisis es esta. La económica? solo es económica? ya está bien, ya basta. ¡Basta de discursos ! Demos paso a la verdad. Al cuerpo.

Son tres mujeres, seís destinos. Busquemos el error en la suma. A diferencia de algunos hombres que están siempre listos para defender causas humanitarias pero que maltratan a sus parejas, éstas tres mujeres depresivas en el primer acto invitan a otras tres en el último, para evocar la situación de la condición feminina en México. Todo está relacionado. Nuestros desamores se inscriben también dentro de un contexto social.

Pero tambíen porque ser una mujer pegada, violada y matada en otro lugar es una pena de amor para toda la humanidad.

Tres actos par (re)vivir  desde dentro lo que hemos querido todos gritar fuera. Porque el mal de amor, la separación alcanzan su paroxismo en el sufrimiento del cuerpo. ¿Cómo presentar en el teatro lo que suele estar meta por las óperas, los bailes, los cuentos para no dormir ? Aquí todo está convocado.

El texto, poderoso, porque está hecho de palabras de una ternura desnuda ;

la música, omnipresente, repetida (de Bach y de la pop), porque sin ella, quizás no noshubiéramos sobrevivido al náufrago del alma y que tumbados, Bach, Brel y Barbara fueran nuestros analistas punto por punto ;

el líquido, porque desborda y que el amor siempre termina tomando el agua ;

la sangre, porque sangramos de nuestras venas par sacarnos de este follón ;

sofás, mucho sofás, un ejército de sofás porque son nuestras camas de niños con o sin barrotes, depende? ;

flores, en ramos para estrellar lo que queda de bonito ; en macetas para adornar los cementeros ; en capullos, para volver a nacer ;

un inmenso cubo de pasta de modelar para esculpir, dar a luz a un ejército de muñecos fabricado de ternura y de pereza, todo para resistir a la estúpidez machista ;

el tiramisú? porque con Angélica Liddel es el único pastel que nos pone en pie cantando ;

el carbón, sí el carbón, para cavar la tumba, agotar el cuerpo, caer en el fondo del hoyo y provocar el efecto teatral más magistral que hemos podido ver, un golpe de grisú a la cabeza a que siguen hartándonos con sus clasificaciones (teatro, baile y companía).

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Todas estas materias modelan la dirección y « La casa de la fuerza » trastorna una parte del público : los cuerpos se funden dentro de los objetos y les dan un alma, la música se adapta a las materias y acabamos pasmodos, inmovilizados, por tanta orgía de tolerencia y de belleza. Porque aquí, el cuerpo no está manipulado, como un objeto para crear un propósito, sino que está atravesado para que nos acordemos, como una exigencia de verdad. El cuerpo del actor es una donación al público, un vínculo de amor comprometido y que compromete donde se convoca una enfermera sobre en escenario para extraer su propria sangre y manchar su camisa. « Soy sangre ». « La casa de la fuerza » será uno de los momentos más grandes de la historia del festival de Avignon. Porque Angélica Liddel no se conforma con mirar caer a los hombres. Les ofrece la fuerza de su dirección para que « Ne me quitte pas » sea un himno a la alegría.

Pascal Bély – www.festivalier.net. Gracias por la traduction Elsa Gomis.  

“La casa de la fuerza” d’Angélica Liddell au Festival d’Avignon du 10 au 13 juillet 2010.

Credit photo: Christophe Raynaud de Lage